La Habana, 26 mar (PL) La historia decidió que el presente mes se registrara como en el que murió Chuck Berry, una leyenda que desmoronó en la década de 1950 barreras raciales al acuñar un género: el rock & roll.
A sus 90 años, Charles Edward Anderson Berry, tuvo el último respiro en su natal Misuri (Estados Unidos), horas después de que agentes del servicio de emergencias recibieran una alerta por una emergencia médica.
Pero más allá del lógico sentimentalismo que siempre genera despedir a una nonagenaria leyenda en cualquier ámbito socio-cultural, a Chuck nadie puede imaginárselo taciturno y abatido hacia el final de su vida.
La imagen de Crazy Legs (piernas locas) -como también se le conocía- animando un escenario con sus bailes sensuales y su estruendosa guitarra es la primera que nos viene a la mente a los melómanos cada vez que su nombre es pronunciado.
Dicha energía y descaro fueron las que en 1958 le llevaron a lanzar su inolvidable éxito Johnny B. Goode, un tema que redefiniría las bases del clásico ritmo rythm and blues para dar pie a otra variedad que luego revolucionaría la escena musical internacional, el ya citado rock & roll.
Contra todo pronóstico, un joven negro de la Costa Oeste norteamericana definitivamente estampó un estilo que crecientemente que cada vez más adeptos ganaba en la conservadora y sectaria sociedad blanca estadounidense de mediados-finales de la crispada década de los 50 del pasado siglo.
Sería impensable hablar de futuros astros musicales como Elvis Presley, Bob Dylan, The Beatles, The Rolling Stones o Bruce Springstein sin remitirse a la obra inicial de aquel enérgico jovenzuelo de Misuri.
Todos estos méritos se le atribuyen a Berry debido a que, pese a ganar reconocimiento masivo en 1958 con Johnny B. Goode, lo cierto es que venía revolucionando la sonoridad típica de la época desde los mismísimos inicios de los ´50s.
No estaba sólo, claro, a su generación pertenecían otros gigantes de talla mundial como Little Richard, Fats Domino o Bo Diddley, entre otros, pero es una decisión casi unánime de los especialistas otorgarle a su aporte un valor histórico definitorio para el movimiento.
Como todo pionero, quizá ni siquiera estaba consciente de su contribución a la consolidación de una naciente vertiente musical; lo más probable es que fuera un entusiasta más, lleno de adrenalina y ganas de poner a bailar al público, así de revoltosos son la mayoría de los grandes inventores.
Empero, sería totalmente injusto circunscribir la trayectoria de Berry a su obra maestra de 1958, dejó para el recuerdo otros clásicos del rockabily como Maybellene (1955), Roll Over Beethoven (1956) y Rock and Roll Music (1957), entre otros que contribuyeron a solidificar su legado.
Debido a su incalculable contribución a la música fue introducido al Salón de la Fama del Rock and Roll en 1987, además de Johnny B. Goode es considerada por la revista Billboard como la mejor canción de guitarra de la historia, mientras que otra publicación, Rolling Stone, lo incluyó en la quinta plaza de su icónica lista The Inmortals (los inmortales).
Perro Berry -pícaro hasta sus últimos días- dejó una última bala en la recámara: un álbum con canciones inéditas titulado Chuck que planeaba presentar luego de casi 40 años sin entrar a los estudios, un deseo que su familia cumplirá… un hasta pronto en lugar de un adiós.
Chuck Berry: adiós a una leyenda
Por Damián Estrada